Inicio Palabras Sin miedo

La mayoría de nosotros tenemos una vida llena de momentos maravillosos y momentos difíciles. Y muchos de nosotros, incluso al estar felices, sentimos un miedo detrás de nuestra alegría. Tememos el final de ese momento. Tememos no conseguir lo que necesitamos. Tememos perder lo que amamos. Tenemos miedo a no sentirnos seguros. Frecuentemente nuestro miedo mas grande esta relacionado con el hecho de que nuestros cuerpos un día dejarán de funcionar. Incluso cuando estamos rodeados de todas las condiciones para la felicidad, nuestra alegría no es completa.

Tal vez pensemos que al ignorar nuestros miedos, ellos se irán. Pero si enterramos las preocupaciones y las ansiedades en nuestra consciencia, ellas continuaran afectándonos y trayéndonos más tristeza. Tenemos miedo de perder poder, pero tenemos el mayor de los poderes: el de mirar profundamente nuestros miedos y es allí, cuando estos dejan de controlarnos. Es allí que podemos transformarlos. Ellos nos mantienen enfocados en el pasado o preocupados por el futuro. Si somos capaces de reconocer nuestro miedo, nos podremos dar cuenta que aquí y ahora estamos bien. En el presente, hoy, estamos vivos y nuestros cuerpos siguen funcionando maravillosamente. Nuestros ojos aún ven el hermoso cielo. Nuestros oídos aún escuchan las voces de los que amamos.

Al observar nuestros temores con atención, no los juzgamos. Tan solo nos damos cuenta de que están ahí. Es desde este punto que empezamos a sentirnos mas tranquilos. Podemos entonces ir mas profundo y observar la raíz, la fuente de donde surge nuestro temor. ¿Surge de algo que nos esta sucediendo aquí y ahora, o se trata de un antiguo miedo, que sentimos alguna vez cuando éramos pequeños? Cuando invitamos nuestros miedos a hacerse presentes, también nos hacemos conscientes de que estamos vivos y rodeados de tesoros que podemos disfrutar. Si no vibramos desde la negatividad al tratar de controlar nuestro temor, podemos disfrutar la luz del sol, la niebla, el aire, el agua. Si puedes mirar en lo profundo de tu miedo y observarlo con claridad, entonces puedes vivir plenamente tu vida.

Buda fue un ser humano y también conoció el miedo. Pero sus días pasaban en meditación, observando de cerca sus pensamientos y al enfrentar lo desconocido, era capaz de hacerlo con calma. Hay una historia en la que Buda estaba caminando y Angulimala, un conocido asesino en serie, se le acercó. Angulimala le gritó que se detuviera pero Buda siguió caminando lenta y tranquilamente. Angulimala lo alcanzó y le preguntó por qué no se detenía. Buda le contestó, “Angulimala, me detuve hace mucho tiempo. Eres tu quien aun no se detiene” Y explicó: “Hace tiempo paré de cometer actos que generan sufrimiento a otros seres vivos. Todos los seres quieren vivir y temen la muerte. Debemos alimentar el corazón de compasión y proteger la vida de todos lo seres. Angulimala quiso saber más. Hacia el final de la conversación decidió convertirse en monje.

¿Cómo pudo Buda mantenerse relajado y en calma al enfrentar a un asesino? Este un ejemplo extremo, sin embargo, nos recuerda que cada uno de nosotros enfrenta sus propios miedos cada día, de diferentes maneras. Una práctica de meditación diaria puede ser de gran ayuda. Comenzando por hacer un ejercicio de respiración, y tomando consciencia del momento presente. Esto nos da la capacidad de enfrentar cualquier cosa que atraviese nuestro camino. Vivir sin miedo además de ser posible, es la más grande de las alegrías. Eres libre. Si estoy en un avión y me entero de que caerá, entro en estado de atención y respiro. Si recibes una mala noticia, espero que hagas lo mismo. Pero no esperes a que los momentos críticos lleguen para comenzar a practicar y entrenar tu mente. Nadie puede darte este estado de no–miedo.

Incluso si Buda estuviese sentado junto a ti ahora, no podría dártelo. Debes practicar y lograrlo tu mismo. Hazlo un hábito y cuando las dificultades aparezcan, ya sabrás como atravesarlas.

Artículo original en inglés, aquí.   Escrito por: Thích Nhất Hạnh                                                                                                            Traducción: Crista Castellanos.

 

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