Inicio PalabrasArtículos Mi cuerpo, mi primer territorio.


 

Qué fácil es llenarnos la boca con palabras sobre la defensa del territorio, sobre las luchas de los pueblos originarios, de los indígenas, sobre la liberación de la Madre Tierra. Y sin embargo, no conocemos realmente nuestro primer territorio: nuestro cuerpo. ¿Cómo amarlo y protegerlo? Cuando llega el desequilibrio, la enfermedad, la invasión de los «agentes externos», por lo general a través de un encuentro (o desencuentro) sexual, nos hacemos preguntas: ¿Cómo me estoy relacionando y con quién? ¿Qué estoy esperando realmente del otro? ¿Qué estoy dando y qué estoy recibiendo? ¿Conoce el otro su cuerpo? ¿Lo ama? ¿Lo protege?
Y sí, ya sé que es bastante difícil frenarse en pleno vuelo hormonal para hacer preguntas de tipo: ¿Has tenido alguna enfermedad sexual, de la que cual consideres que yo deba saber antes de poner en riesgo mi salud? Aquí, bajo tus sábanas, sin saber mucho de tu vida y sin querer ser invasiva y asustarte: ¿podrías notificarme de algún virus contagioso al que podría estar expuesta… por tu amor?
En tiempos donde nos es más fácil saltar en la cama de un desconocido que preguntarle cómo esta su corazón, ser coherentes con nuestro discurso externo del cuidado de la tierra, de la defensa del agua y de las semillas libres y sanas, demanda aplicar dicho discurso al territorio propio: ¿Cómo cuido y entrego mis aguas? ¿Qué estoy haciendo de mi sangre menstrual? ¿Qué hago con el poder creativo de mi útero, de mis óvulos, de mis semillas? ¿Cómo aprovecho mi ciclo, mi ritmo, para concebir, gestar y cultivar mis sueños y proyectos, (que no incluyen necesariamente reproducir la especie humana)? Y por último, la más simple e importante de las preguntas: ¿Cómo está mi corazón?

Botica de Luna en El Taller del Té. Bogotá, mayo 2018.


Escribo este texto en una mañana del mes de julio, la luna esta menguando y yo estoy en plena ovulación. Me lo dice mi territorio con una punzada leve al lado derecho de mi bajo vientre. Disfruto de saber que estoy creando y manifestando en palabras y en imágenes preguntas fundamentales de mis conversaciones cotidianas. Algunas de estas conversaciones son con amigas cercanas, otras son con desconocidas que al igual que yo, llegan a talleres o encuentros como los de Botica de Luna o La Yerbatería Urbana. Talleres donde la ginecología natural, la alimentación consciente, el uso de plantas y otros tantos saberes ancestrales se entretejen. Espacios que posibilitan la sanación emocional a través de conversaciones honestas, sobre nuestras heridas abiertas, nuestros miedos, tabúes, culpas y deseos.
A veces parece largo el camino entre el segundo chakra (creatividad, fertilidad, fuerza vital, equilibrio emocional…) y el quinto chakra (expresión, comunicación, honestidad, decir lo que sentimos y pensamos…). Sin embargo, es necesario ir paso a paso recorriendo ese camino para conectar y equilibrar estos puntos energéticos. No es posible sanar uno sin sanar el otro. La falta de confianza en nosotras mismas y las dudas que nos gobiernan en cuanto a nuestra capacidad creativa, están íntimamente ligadas a las heridas que guardamos silenciosas en la oscuridad de nuestros vientres.
No estamos solas. Sabemos que llegó el tiempo de desalambrar nuestros cuerpos, mentes y todo aquello que llamamos territorio. Hacemos parte de una descolonización que va de la mano de una despatriarcalizacion a gran escala. De nada sirve pelear o gritar arengas en manifestaciones colectivas cuando de forma constante e inconsciente, hacemos de nuestros cuerpos minas a cielo abierto. El despojo y la explotación, consecuencias claras del sistema en el que vivimos y del cual participamos, se extienden hasta los parajes más íntimos. Disney caló profundo con su amor genérico, donde la bruja siempre era otra y solo un príncipe nos salvaba. Pero también hay otras historias y es tiempo de contarlas. Historias donde el príncipe salvador no es un hombre, es nuestra energía masculina que quiere actuar, manifestar y compartir. ¡Crear nos salva!
Nuestro proceso de cambio es paulatino, casi invisible, nace adentro. Al ejercer realmente esa sororidad de la que tanto hablamos, al dejar de compararnos y criticarnos las unas a las otras, debilitamos poco a poco el sistema patriarcal del que tanto nos quejamos. Reivindicar y sanar lo femenino implica honrar y elevar en equidad lo masculino: nuestra capacidad de acción y manifestación, la constancia y el equilibrio con las cuales llevamos a término lo que comenzamos, cumplirnos nuestras propias promesas y amar sin agenda a nuestros pares, porque hemos aprendido a amarnos a nosotras mismas.
Imágenes y palabras: Crista Castellanos


También te puede interesar

3 comentarios

Violeta -

Sonrisas profundas y brillantes se encontraron con tu texto, asintiendo desde los latidos del vientre y el corazón!! Gracias por darte, por compartirte y por resonar en la sororidad. Te admiro, te quiero y te leo. De nuevo gracias bella Crista.

Reply
Crista Castellanos -

Gracias linda!

Reply
Juli Muñoz -

Gracias a ti bella maga de color ambar con corazon de cristal Crista. Te amo!!! que trabajo tan divino <3 feliz y orgullosa de ser tu subject y cumplir la mision de vida con mas mujeres como tu en sororidad de almas 🙂

Reply

Deja un comentario