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El amor es tiempo, momentos, volver a verte. Parece simple y a veces lo es. Así es mientras camino rumbo al dentista, cruzo una calle, admiro las flores. Así es mientras reviso la lista de mis tareas del día y en ellas avanzo. Y en medio de ellas un renglón vacío me recuerda que no todo puedo llenarlo. Nada llena el vacío de tu abrazo pendiente y ningún sonido remplaza tu voz.
Momentos, entonces, nada más que eso. Somos seres de tiempo aunque seamos eternos. Somos seres de amor porque aunque no todos los amores tomen tiempo, es con tiempo que se fortalecen. Amores de raíz profunda y alto vuelo. Pero también a veces amamos de repente, de un estruendo. Más aún cuando se acercan los vientos de agosto. Veo las copas de los árboles anunciando con su danza la lluvia y respiro profundo mientras indago en mis palabras.
¿Confías realmente en que volverás a verlos? ¿A ellas, a ellos, a tus seres amados?¿Confías realmente en la constante expansión del Universo en donde el final no es la muerte? Tiempos plutonianos en los que ella abunda, entra por la puerta, se lleva nuestro mundo y nos deja preguntas. Nos deja abrazos vacíos y objetos, muchos objetos.
Momentos, también eso deja. Nadie nos quita lo bailado, las sonrisas, la experiencia de ser quien teje y es tejido. Y en esa urdimbre delicada de hilos que no se rompen y que llamamos familia, mi historia no existe sin ti y yo sin ti, no soy posible. Aunque estés lejos entonces, invisible incluso, mi latido es tu eco. Mis raíces se entretejen con las tuyas aunque a veces me sienta como una pluma al viento.
Y me duele no poder salvarte de tu soledad profunda. Supongo que de eso nadie salva a nadie. Nadie te salva tampoco de enamorarte hasta perderte de perderte hasta llorarte y tener que buscarte hasta encontrarte nuevamente. Pasa una y otra vez y cada vez es como la primera. Por eso hay tantos caminos hacia el propio corazón. Cada quien su travesía.
Pero hablando de voces y raíces profundas y de cielos sin final, llega la lluvia y recuerdo que en agosto pasado soñé con un ángel. “Siémbrate” me dijo, «no te restará libertad». La libertad del Alma no teme al hogar pues es desde allí que la creatividad se expresa en la grandeza de los dones. Sé tu hogar para ser libre. Sé tu hogar, dando y recibiendo. Para ello requieres del tiempo y repitió: el amor es tiempo y el tiempo compartido atentamente, es la medida del amor. «Siémbrate», reconoce tu raiz.
En esta experiencia de estar en la vida me dejo ser también en mis renglones vacíos, en una tristeza que no admite palabras. Rostros, surcos, lágrimas y altares en la noche de fuego. Entre sueños le pregunté al ángel sobre la orfandad, me respondió con encriptada simplicidad: ningún ser es imprescindible, ningún ser es reemplazable. Ama más. El amor es tiempo aunque ya estés en lo eterno. Déjate amar.
Para MFJM y en memoria de mi abuela materna, con amor creativo e infinito. C.