¿Alguna vez te has sorprendido al hacer un cambio que antes pensabas inimaginable? Dejar de fumar marihuana fue para mí ese cambio que me ha llevado a cuestionarme hasta qué punto muchas cosas que creí definitivas, en realidad son accesorias. No escribo este texto para levantar juicios en contra de la planta o de quienes hacen uso recreativo de la misma, escribo por el placer de compartir algunas reflexiones que afloraron gracias al cambio en mi relación con ella.
En más de una conversación sobre la ganja yo solía responder: “Sí, a veces fumo, pero no dependo de ella” o “La uso para momentos creativos porque me ayuda a conectar… bla, bla, bla” Pufff. ¿A quién quería engañar? Al observar con detenimiento mi cotidianidad me sorprendí. ¿Película? Porro. ¿Ir por un helado? Porro. ¿Salir de viaje? Porro. ¿Sexo? Porro. ¿Fiesta? Porro. ¿Escribir? Porro. Tuve que reconocer un nivel de dependencia que por años consideré inofensivo. Sin darme cuenta yo alimentaba una rutina, una forma de pensar y vivir la vida en la que constantemente dejaba para después cambios que mi corazón, mi cuerpo y mi mente demandaban.
Dejar la marihuana fue un camino de avances y retrocesos, cocinar con ella fue el primer paso. Al grabar la receta de brownie vegano cannábico de Ruda & Vegana, descubrí, reconocí y experimenté la importancia del tiempo y la paciencia. Al contrario del efecto inmediato y a veces extremo de una calada o plon, como decimos en Colombia, con esta receta el efecto fue paulatino y sutil. Un espacio de tiempo clave para algunas preguntas: ¿Estaré fumando demasiado? ¿Es esto dependencia? ¿Hace cuantos meses o años no vivo mi vida sin esta planta? ¿La estaré usando de forma abusiva, sin verdadera intención?
La llegada a mis manos de unas gotas de sativa gracias a otra amiga, fue el segundo paso. Tomar gotas en lugar de fumar transformó mi relación con la planta y me enseñó lecciones que aplican a otros aspectos de mi vida: No todo es para ya. A veces lo que quieres toma tiempo. A veces el cambio es tan profundo que es fácil perder la paciencia frente a un avance imperceptible. El tiempo es también ingrediente. La cocción es clave. La espera es parte del encuentro y la manera en que la vives, cultiva la esencia del encuentro mismo. He aquí el milagro.
Un paso adelante, otro atrás. Una vez más: ¿Fila en el banco? Gotas ¿Música? Gotas. ¿Edición de video? Gotas. ¿Vuelta a la manzana? Gotas. ¿Ir a la Nacho?* Obvio, gotas. La culpa no es de la planta, eso es seguro. ¿Pero qué me daba? ¿Qué buscaba y encontraba en ella como para no poder (querer) dejarla? Conexión. Ese tipo de conexión (con algo o alguien) que te hace sentir fuera de los límites del tiempo ordinario. Llegas a creer que sin él/ella/eso no sentirías tan intensamente las experiencias. Un tipo conexión que fácilmente se convierte en evasión y apego cuando estás atravesando una situación incómoda en tu vida.
Lo más sorprendente e importante de esta experiencia es constatar que lo que hace dos años creía imposible, hoy es normal. ¿Yo sin marihuana? Nunca lo hubiera imaginado. Tampoco imaginaría ser quien soy y hacerme las preguntas que me hago si no fuera por la influencia de esta planta. Es una bendición encontrarse con ella, dejarse guiar e inspirar por ella y al igual que otras plantas de poder, probarla al menos una vez en la vida y dejar de juzgarla o juzgar a quien la fuma, debería ser obligatorio. Su dimensión sagrada toma forma ahora, meses después de un pagamento en donde agradecí lo que me enseñó, pues fue mucho.
Imágenes y palabras por CC.
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*Universidad Nacional. 🙂 Refugio de la expansión de consciencia… a todo nivel.