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En Quinua y Amaranto, restaurante vegetariano ubicado en el barrio La Candelaria de Bogotá, lo que puedes encontrar va mas allá de buenos productos y buena comida. Hablar con Magdalena Barón, quien ha dirigido este proyecto desde hace más de ocho años, genera ideas, palabras y preguntas. Agradable la tranquilidad y reflexión con las que habla. Sus breves pausas silenciosas me hacen percibir una mujer que ha construido a través del tiempo y la experiencia de vida, una conexión entre ella misma y lo que cree, lo que hace, ofrece y consume. Ahora que la recuerdo mientras escribo, tengo la sensación de haber hablado con alguien que busca ser consecuente con lo que piensa y siente su corazón.
Sin conocerla realmente, escribo aquí tan solo impresiones personales, con el riesgo de aburrir a los lectores que gustan de lo objetivo. Frente a la necesidad de pruebas o justificaciones, solo puedo decir que la coherencia que ella transmite se refleja en el trabajo que realiza junto con otras mujeres en Quinua y Amaranto cada día. Un trabajo que se ve, huele y saborea a la hora del almuerzo en un único menú constituido por sopa, seco, jugo y postre. Un corrientazo* vegetariano que no tiene nada de corriente ni común. Sabores, olores y colores, jugos, ensaladas, dulces y cereales que a pesar de ser originarios de nuestro continente nos son desconocidos. Frutos, semillas y tubérculos que no preparamos en casa, no cultivamos y de los cuales no conocemos su olor o no imaginamos siquiera su color o forma. Nuestra cocina de afanes nos limita, la curiosidad por nosotros mismos se adormece.