Nacer, latir, amar, soñar. Hace unos ayeres. Cuando el mundo todavía era mundo. Cuando teníamos planes. Viajar, crear, sembrar, enamorarse nuevamente. Alzábamos la mirada. Echábamos vistazos al futuro y sus promesas. Todo iba a ser mejor. Tendríamos más tiempo en medio del tiempo para hacerle tiempo a lo que no cabía en esa larga lista, urgente urgente urgente urgente, para ayer. Hace unos ayeres. Cuando todo era familiar, incluso esa ciudad desconocida.
Pedimos a la boca las palabras y la realidad se hizo. Pedimos el amor y su caída. Las caricias y su ausencia. Pedimos la experiencia y la habitamos por un tiempo. Como si fuera una casa. La rutina se hizo ritmo y la bailamos. La rutina se hizo ritmo y la latimos. Nos latió, nos late adentro, nos hace eco. Con las plantas y los gatos. Los sartenes y otras cosas.
Sobrevivir. Justo ahora cuando el mundo ya no es mundo. Las promesas nos miran desde una multitud de tiempos. Se nos cayó el amor con su ilusión de sombras y nos fuimos llenando de problemas y otras cosas. ¿En cual de mis futuros estaré yo ahora? ¿Hago planes o mejor lavo la loza? Escribir, escribirte, pensarte, olvidarte, rezar rezar rezar o limitarme a respirar. ¿De donde llega de repente tanta paz? ¿Así se ama? ¿Lejos del aire que rodea tu aire? ¿Bajo estrellas diferentes?
Nos cambió la vida. El rollo de la película. Nos cayó la profecía. La habitamos justo ahora. Es otra casa. Estamos donde estamos, realmente, como los niños. Esperamos la estabilidad como un regalo bajo el árbol. Extrañamos los aviones en el cielo y a la vez, disfrutamos el sutil canto de los pájaros. Paréntesis de tiempo, gran paradoja. El lujo del silencio. ¿Estamos listos para esto? Sí. Lo pedimos. Como los besos y su ausencia.
Sin más promesa que el presente que se cumple a cada instante: bailo, cocino, camino en mi mente, contigo, afuera un día. Jugando entre las flores como perros en un parque. El futuro me ama y su amor me late. No tengo planes.
Palabras e imagen por Crista.