¡Ajá, devolver el tiempo! ¡Haberlo sabido, intuido, haberlo hecho mejor! Si pudieras visitarte en el pasado y darte pistas ¿qué te dirías? ¿Qué dirías a tu versión de 11 o 20 años? ¿A qué edad te hubiese gustado saber lo que hoy por experiencia sabes?
Hace unos días formulé preguntas similares en mis historias de instagram. Recibí respuestas que me hicieron sonreír y respuestas que me conmovieron profundamente. Todos los consejos eran sencillos y a pesar de estar dirigidos a edades precisas, si los lees te darás cuenta de lo útiles que son ahora. El gozo, la autenticidad y perder el miedo a lo que otros puedan pensar, hacen parte de las lineas principales. Sin embargo, la que más resonó conmigo tiene que ver con la capacidad de ser más amables con nosotras y nosotros mismos.
Toma varios años, experiencias y lecciones, dejar de ser nuestro más grande verdugo y convertirnos en nuestro más leal apoyo. Tratarnos mal no hace ni hará la vida más fácil. Dejar de posar la mirada en la carencia y mirar las mil y una formas en las que la vida nos dice sí, a diario, es un buen entrenamiento. Ayer, hoy y mañana son todos momentos propicios para llevarse a ese cambio, aunque por instantes lo olvidemos.
¿Podrías hacer pequeños tratos contigo? No tienen que ser grandes promesas. La amabilidad y la presencia, por ejemplo. Con eso ya hay bastante. Bastante de ti para ti. Comienza por ahí. En especial cuando lo que proyectas no se da o no funciona y algo duele. Imagina que puedes susurrarte desde el presente pistas para el pasado que pueden transformar tu futuro. Física quántica diría Keith Wilson.
Te dejo este mensaje del médico y escritor Gabor Maté, con sus preciosos consejos para si mismo. Por último, una lista de 10, inspirada en los que recibí la semana pasada. Gracias por responder a mis preguntas y permitirme encontrarme en tus respuestas.
– Tener miedo, no tiene edad. Intentarlo de nuevo, tampoco. Valentía.
– No hay edad para un corazón roto, tampoco para el amor. Vuelve a intentarlo. Amar.
– No hay afán cuando reconoces tu propio ritmo. Paciencia.
– Nuestra presencia es nuestra inocencia. Nuestra pureza nuestro estado natural. Autenticidad.
– La tristeza es una amiga que no respeta horarios, pero si la dejas ser, sabe llegar y sabe irse. Recíbela en lugar de excluirla y entrénate en recibir todo lo que eres. Aceptación.
– Conecta con lo que es invisible a los ojos, enséñate a mirar como lo hacen las magas y los magos: nada por aquí, nada por allá y de repente el Universo. Saltos de fe.
– Saborea la valentía de perderte un poco. Confianza.
– No estás caminando en círculos, avanzas en una espiral ascendente. Códigos infinitos de adn. Somos seres de tiempo aunque seamos eternos. Dejarse llevar.
– Si es amor, no pesa. Liviandad.
– Certeza: nadie traiciona su propio destino. Lo que varía es el camino que escoges. ¿Qué tan arduo o gozoso? Nadie traiciona su destino esencial. Dharma.
– Date el regalo de recibir cada día tu propio corazón como una joya. Generosidad.
Con abundancia creativa, Crista.